Carlos Costa, con osado ingenio, despliega el dilema alienación versus identidad, cuestionando los lugares comunes a estas clásicas posiciones. Acción, ritmo cinematográfico, temporalidad vértigo. Se perfila un horizonte subjetivo en constante desplazamiento. En su devenir transgresor, el protagonista Ernesto Barragán escapa de la rutina creando una intempestiva telaraña kafkiana. Fluyen escenas eróticas, fraternas, delictivas y reflexivas, registros semánticos pertenecientes a un submundo equiparable al narrado por Roberto Arlt.
Bajo la fórmula “dar la cara a la derrota”, las secuencias multiplican una catarata de alternativas y recursos estilísticos que involucran el presente de los personajes y garantizan el entusiasmo del lector.
Liliana Heer